...y las
témporas. Que no, que las témporas no son las tetas, so obsesos, como creíamos
hace muchísimos años, por aquello de relacionar lo que más nos gusta de las
mujeres.
Pero
quedaba bien así, la verdad, porque… ¿hay algo más bonito que estos dos
instrumentos de tortura bien coordinados? NO.
Veamos, las témporas tiene varias interpretaciones y yo me quedo con la que significa “sienes”, si, como lo oís. Lo justifica un par de detalles: que a las sienes se les llaman huesos “temporales” y el que así tiene sentido el refrán bufo de no confundir “el culo con las témporas”, el culo con la cabeza.
Dicho
esto me centraré en el CULO femenino, así con mayúsculas. Las chicas podéis
coger las similitudes para referiros a los masculinos que por lo visto también
os gusta eso en los hombres, cosa que no entiendo, claro. A mí me alabaron el
mío hace mucho tiempo, por una mujer muy vivida y di un respingo al no
comprender su halago.
El
de la mujer es otra cosa, bellísimo para mí, indispensable para todo tipo de
escarceo. Imaginaros, un culo alto, con un tanga negro, –según los psicólogos ese color al igual
que en las medias, lo interpretamos como una ampliación del vello púbico- las
“témporas” al aire y con unos tacones de diez centímetros para que empine más
aún un culo, de por sí respingón y si no lo es lo realzan los tacones al tensar los glúteos.
Esos
culos, magnificados, enmarcados por esos pantalones-faja, o por mis soñadas
faldas tubo, de aquellos trajes chaqueta, ya olvidados… Jamás estuvo la mujer
tan guapa que con aquellas chaquetas y esas faldas -con su rajita trasera o
lateral-. A ver cuando un modista iluminado nos devuelve aquella mujer,
rotunda, sexi, femenina y casi inalcanzable.
¡Ah!
el culo, cuantos deseos cumple y cuantas ensoñaciones, vale para todo: para
acariciarlo, azotarlo, pellizcarlo, besarlo, estrujarlo y amarlo. A vosotras os
vale para lucirlo, es vuestra cara B de presentación cuando nos rebasáis
después de dedicarnos una mirada de arriba abajo y os lo lleváis,
contoneándolo, moviendo cada cachete alternativamente, rítmicamente. Rematando la
sinfonía con el movimiento acompasado de las caderas, sucursales de él.
Y
os puedo decir que no hay edades para un buen culo, los he conocido magníficos
casi a cualquier edad, cincuentañeras incluidas.
A
parte de un mínimo de buena materia prima, hace falta feminidad. Esa coquetería
sana –hay dos clases- que tienen algunas mujeres superiores que se sienten con
ganas de gustar, con la obligación de gustar. Y saben andar con tacones, es
imprescindible.
Me
declaro un rendido admirador de esa parte de la anatomía femenina. ¿Quién se
acuerda de su función fisiológica?
Rafael Jiménez
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