Esta es la historia de un hombre apasionado, nada corriente, adicto al amor y a la vida. En distintos aspectos de su vida, tan distintos que no parece posible aunarlos en una sola existencia y con un denominador común: la mujer. Mujeres especiales y no sólo a sus ojos, vosotros os daréis cuenta que no lo eran. Él las amó a todas ellas y le correspondieron. Esto no deja de ser un libro de memorias, de algunas vivencias que se han reseñado aquí por ser, seguramente, las que más le marcaron.
Siempre le ha gustado llamar a las cosas por su nombre y es bastante duro lo que vais a leer. No desearía que os sintierais dolidos por el lenguaje, pensad solamente que lo dice él. O poneros en su piel. ¿Por qué leer éste libro?. Diré simplemente porque es apasionante. Porque cualquier lector se dará cuenta que está escrito desde las entrañas y va directo al corazón.
Es a la vez un libro de aventuras y un libro de amor, motor de su vida que unas veces parece una montaña rusa y otras roza el paroxismo. Tiene pasajes de libro de viajes, filosofía, gastronomía y sobre todo un tratado del alma femenina o mejor dicho un estudioso de ellas. Es un pensador. Léelo aunque sólo sea por curiosidad, porque engancha o por morbo. Los que lo han leído dicen que les gustaría saber más del personaje, pero no creo lograr que escriba más sobre su vida. Los recuerdos, cuando se plasman en papel toman su auténtica dimensión dramática.
Recordar esto ha sido muy duro para él. Para que te hagas una vaga idea te acompaño un retazo de cada capítulo y pregúntate si hoy tu ser amado te ha hecho ésta pregunta:
¿TE HE DICHO HOY QUE TE QUIERO?
Su mujer, Maribé Campos
Del capítulo “Som de Mar”
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Cuando te invitan al amor, recuérdalo, no eres el dueño de ese sentimiento cedido, eres el feliz usufructuario que te obliga a luchar por él, corresponderlo y mantenerlo.
Escribir es un acto de amor, pero es muy duro, porque si eres honesto te obliga a desnudarte en público aunque no te estén viendo, pero lo haces porque amas la vida y tratas de mostrarla a los demás como tú la ves, cosa harto difícil. Es un parto y como casi todos doloroso.
Vivir puede ser muy doloroso si no hay amor. Yo prefiero morir de amor que de pena. Prefiero la vivificadora experiencia de las punzadas e inquietudes del amor a la desesperanza de no interesar a nadie, o la sucesión de días anodinos, iguales y grises.
Me gusta la aventura del amor, sus altibajos y su dependencia. Me mantiene vivo y en guardia para darme sin reservas, a calzón quitado y dispuesto a recibir todo lo que él me envíe.
El amor me hace valiente porque no le temo. Es un viejo amigo que me acompaña desde mi más tierna infancia y hasta que llegue la muerte, a la que también enamoraré para que sea condescendiente conmigo.
Hay algo que me disgusta sobremanera cada vez que lo oigo: hacer el amor. A mí me suena como a hacer pan o hacer la colada. Señores, el amor no se puede hacer, está hecho ya, fue anterior a nosotros de él venimos, existe desde siempre.
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Del capítulo “Splendor Solis”
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Al día siguiente recalamos en la Valletta, en Malta. Siempre me impresiona la bocana del puerto con esos castillos de cruzados que nos defendieron siempre del turco sin desfallecer nunca, aquellos Caballeros Hospitalarios, antes llamados de San Juan de Jerusalén y finalmente trasmutados en Caballeros de Malta.
A uno de ellos de la era actual iba a saludar, un perfecto Caballero de la Orden de Malta, mi amigo Tommaso. Un alto funcionario del gobierno al que no veía allí mismo desde hacía año y medio.
Una educación que raya en la perfección, con siete idiomas vivos incluido el Maltés y con cuatro países visitados más que yo y ya es decir, que llevo bastantes.
Me disculpé ante mis compañeros de viaje por no acudir a la comida pero mi amigo me reclamaba toda su atención. Marguerite dio un paso al frente e intentó vanamente unírsenos pero una imperceptible, mínima, casi inexistente señal de ceja de Tommaso corroboró mi opinión. ¡No!. Julius volvió a sonreír y a mí se me ocurrió la maldad de quitarle la sonrisa para siempre pero claro a costa de liarme con Marguerite. Mejor que siguiera riendo…
Con Tommaso el tiempo vuela, porque sólo observando sus maneras se te va el santo al Cielo y escuchándole con su tono suave, con leve deje italo-franco-alemán, si es que existe eso, pero lo digo porque son sus tres lenguas principales.
Nunca estuvo casado, sólo se le conocieron un par de acompañantes -en el argot de las altas esferas significa amiga con derecho a roce y media pensión-; de altos vuelos, una duquesa y una rica, rica, Luxemburguesa de edades indefinidas y de más que buen ver, tales para cuál.
Jamás hablaba de sus conquistas o amoríos por exquisita caballerosidad para con sus romances. Debo pensar que tendrá decenas de ellos porque, entiendo, que es un caballero apetecible para cualquier dama.
El día transcurría a toda prisa, ya nos habíamos tomado dos cafés, imposible invitarle, él no paga en ninguna parte en el momento al menos, después no sé, nunca te ponen el ticket de consumición y te saludan y despiden por él, con una reverencia y a él con el sobrenombre de “signoría”.
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Del capítulo “Plaisir d´amour”
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…antes de que te vayas, tengo una carta en francés que necesito me traduzcas ahora porque Loli –su secretaria- no va a venir mañana y yo no entiendo todo, es una carta comercial.
Bajamos hacia el despacho de la entrada y nada más entrar Eloísa atrancó la puerta –esa era una zona peligrosa-, me extrañó y pregunté inocentemente por la carta, ella como toda respuesta recostó su cabeza sobre la mesa del despacho mientras con una mano se remangaba la falda hasta la cintura –aquí está, apúrate- ¡Qué zorra eres, atiné a decir!
Subimos a los diez minutos, ella como si tal, yo algo contrito comentando aún sobre la supuesta carta; la insidiosa Marga nos miraba alternativamente con una risita, ella no se lo había tragado, lo sé.
El resto seguía con las cuitas de su vida. Me despedí una por una recibiendo insinuaciones, miradas lascivas, un beso “equivocado” en la comisura de los labios y otro apretón de culo por parte de Marga.
Te acompaño, anunció Eloísa. Según bajábamos por las escaleras me preguntó: ¿te ha gustado la carta? a lo que respondí –Claro, por eso le he puesto mi sello-. Nos reímos a carcajadas.
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Del capítulo “Circumvolat umbra”
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me besó nada más entrar y me quitó la chaqueta, sus modales no eran delicados. ¿Quieres una copa antes de…?
Y sin esperar respuesta se dirigió a una champanera allí dispuesta y sirvió dos copas. ¡Por mi felicidad! Porque supongo que para ti sólo soy un trabajo más –dijo-. Hay trabajos que se hacen con gusto –respondí-. Nora –la amiga de la urbanización que nos había puesto en contacto- me ha dicho que eres un ciclón, que haces de todo y sabes cómo dejar a una mujer satisfecha –decía esto mientras con una mano me manipulaba- A unas más que a otras supongo –dije yo- ¿y eso de qué depende, de lo que te paguen? –preguntó-.
Eso también ayuda pero no soy tan frío, para mí es importante que me guste la mujer que me voy a follar. ¿Y como cuanto te gusto yo para saber cómo de feliz me vas a hacer?. –La hubiera dicho que a ella se lo haría gratis por lo bien que estaba pero no era bueno para el negocio y me abstuve-. Creo que quedarás satisfecha, estás estupenda –respondí- .
Tú hazme feliz y no te preocupes por el dinero, si me lo haces bien seré más generosa que esas quince mil que pides. Primero le ataqué los pechos que se le pusieron a explotar mientras le introducía un dedo para ir preparando el terreno. Innecesario, aquél terreno ya estaba “abonado”. Después la di la vuelta y la propiné un vergazo que la arrancó una profunda exhalación, continué cabalgándola durante un tiempo interminable, ella sólo decía “no te corras por favor, sigue, no te corras…”. Pero ella no sabía que acababa de empezar.
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Del capítulo “Chagrín d´amour”
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A pesar de ello y llevado por la caridad o por la premura del instante lo mismo estaba charlando con alguno que fregando platos u organizando las duchas, allí no se te podían caer los anillos porque o no los llevabas o mejor te ibas.
Tenemos la idea falsa de que las personas excluidas socialmente necesitan más una limosna o un bocadillo, pero no es cierto. Antes que morir de inanición morimos de soledad. Las personas que lo han perdido todo lo primero que perdieron fue la autoestima y ello fue el detonante para perder todo lo demás.
Claro que si Jesús predicaba dando la merienda no iba a ser yo el que enmendara al Maestro así que jugábamos en equipo, las hermanas –en Cristo- repartían los alimentos y mientras se los comían –si es que se quedaban para ello- yo trataba de consolarles en sus cuitas hablando con ellos, especialmente escuchándoles pues un alma atormentada lo que necesita es liberarse contando sus penas a alguien, mejor si es de su confianza. Ese era mi primer cometido y el más difícil, ganarme su confianza.
Para los más creyentes se encargaba el padre Severiano, último de entre los de su clase: la extinta casta de los denominados curas rojos, pero eran los usuarios los que elegían la compañía. Aquella organización Cristiana tenía sus instalaciones en el barrio de Delicias, era lo que hoy se llamaría una ONG pero de verdad, sin ningún ánimo de lucro oculto... Semanalmente rendíamos cuentas a la que llamábamos “la Congregación” de nuestros progresos.
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