No es que a este señor no le fuera la marcha como a cualquiera, bueno a él algo menos, como pasaba con Da Vinci. Han sido seres tan encumbrados, tan por encima de la plebe que conformamos la mayoría que prácticamente solo nos dedicamos a estercolar la tierra, que no podemos comprender el sentimiento que embargaba a Platón ni a Da Vinci, que no quiso entregar su famosa Gioconda hasta el fin de sus días y lo llevaba con él a todos sus viajes.
El sentimiento del que hablaban trascendía el mero deseo sexual, porque ellos estaban enamorados de las almas de sus enamoradas y claro es algo que no se puede saciar como cuando nosotros echamos un polvo. Es más fácil satisfacer el cuerpo que el alma. Porque el alma es inaprensible y tiene que ser una faena estar pirriado por algo que no se puede conseguir o como en el caso de estos señores por algo que ni tan siquiera desean, tan espirituales ellos. Ni tanto ni tan calvo, se puede servir a los dos señores, amor sí, pero con sexo claro. ¿Sexo sin amor?, pues miren para mí no, en esos casos me hago Platónico o lo intento.
Yo de pequeño me creí que hay que luchar constantemente contra las bajas pasiones porque nos hace mejores. Lo digo con conocimiento de causa y lo comprenderéis cuando leáis mi libro: ¿te he dicho hoy que te quiero?, que le queda nada para que vea la luz. Entre tanto podríamos hacer un ejercicio mental cada uno: Hazte una lista con dos apartados 1º Sexo sin amor y el 2º Amor sin sexo –ojalá no tengas que hacer una 3ª de sin sexo y sin amor porque eso sería muy malo. Sé honesto y si hay demasiados amores sin sexo es que eres apocado, hay que lanzarse más. Si lo que hay es exceso de sexo y poco amor ¡cuidado!, posiblemente se te está secando el alma.
Te dejo con tus recuentos...
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Rafael Jiménez
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