Y además existe la memoria.
La memoria es canalla porque magnifica lo bueno y minimiza lo malo y comparándonos con aquellos buenos recuerdos salimos apaleados.
No soy quién para aconsejar pero si os advierto, no malgastéis el tiempo, en ninguna actividad, sea trabajo, ocio y principalmente en el amor. “Para mañana es tarde” habría sido mi lema, que cumplí a rajatabla temiéndome que eso se acababa, porque si bien no era totalmente consciente de que el tiempo vuela, te vas a dar cuenta a partir de los 30, 40 y desde los 50 ya es una vorágine. Y el tiempo no regresa. Hay que “quemar” cada etapa de la vida, no dejar asignaturas pendientes porque es cuando te vuelves como una abuelita que conocí que aún soñaba con su “ran-cataplán” –baile rural que utilizaban las sirvientas extremeñas, manchegas y gallegas- del que ya no se acuerda nadie. Es decir anclada en el pasado. ¿Cuál es la fórmula para sobrevivir al pasado?, vivir el presente. Y lo pasao, pasao.
Y termino con el consejo de un médico, el doctor Letamendi, del siglo XIX, que nos lo dice en poesía en una estrofa en Décima, la manera de vivir la vida de forma lógica, aunque no la voy a transcribir ahora, si no lo encontráis en internet, en mi próximo comentario os la escribo.
Empiezo con un latinismo y acabo con otro: “sursum corda” ARRIBA LOS CORAZONES y recuerda: siempre con un amor de la mano.
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Rafaél Jiménez
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