EL AMOR IMPOSIBLE

Creo que es la mayor muestra del empecinamiento humano. ¿Quién no tiene un amor así?, y hablo en presente sí, aunque el roto sea desde hace mucho tiempo la herida sangra en cuanto la tocas. Ya no duele, ni te quita el sueño como entonces y casi no lloras por él. Pero forma parte de nosotros porque formó parte de nuestra vida. Lo más que se puede hacer con ello es arrinconarlo, ponerle otros encima, procurar por todos los medios no encontrártelo y que el tiempo pase.

Cada cuál te dirá del suyo por qué es imposible, una historia desgarradora en cada caso. Yo os contaré dos, una ajena y terrible que viví de joven y otra mía, no tan dura.

Era amigo de una familia que de pronto se rompió y nadie supo la razón. Tenían hijo e hija y se fue el hijo con la madre y la hija con el padre. Nadie se explicaba qué había pasado y se fueron del barrio.

Pasaron lo menos cuatro años y las casualidades de la vida me hacen tropezarme en Palencia con la hija que por entonces tendría ya 16 años. 

Quise ver a su padre que es el que había sido mi amigo en el pasado, más que la madre. Se alegró de verme pero hubiera preferido que no hubiera sido así, se habían ido allí para perderse y no ser encontrado por la otra mitad de su familia y me hizo jurar que nunca desvelaría su paradero. 

Lógicamente le pregunté por ese interés tan desmedido, ya que excedía con mucho lo que hace la gente normalmente en esos casos. Tres whiskeys después –ambos buenos bebedores de él- me contó lo que nunca desearía haber sabido: sus hijos se habían liado y fueron sorprendidos por la madre en la cama y es lo que supuso la separación de la familia, para evitar tal aberración. 

Pero espera, que aún hay más: otras dos horas y un par de vasos más dieron como consecuencia que saliera corriendo de allí. Resulta que la niña era adoptada, ilegalmente inscrita como propia y por tanto no existía consanguinidad con el hermano. Pero era su secreto mejor guardado, habían jurado no revelarlo jamás ni a la interesada y habían decidido, ante todo el mundo, pasar por una pareja desavenida y separarse. 

Él me razonó además, qué hubiera pasado de dejar a los niños con esa relación, creyéndose hermanos y habiendo sido pillados in fraganti, que la niña saliera embarazada, o que andando el tiempo quisieran emparejarse. Nunca les dirían la verdad.

La traca final es que el matrimonio seguía queriéndose y para ello se encontraban secretamente, a espaldas de los hijos, una vez al mes en un hotel de Madrid más algún contacto telefónico de vez en vez.

Mi amor imposible, afortunadamente no es tan truculento, simplemente es que amo a todas las mujeres.

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Rafael Jiménez