En algún momento de
nuestra vida debemos hacer un balance. Parece ser que la mayoría lo hacemos
tarde, cuando ya no podemos remediar nada y remedar menos. Nos comemos la vida
a puñaos sin tomarnos un tiempo de respiro.
Deberíamos hacer como las
escaleras, cada x peldaños un descansillo, pero nadie nos enseña a hacerlo así.
Y mira que somos tontos, parece que tenemos prisa por llegar a la meta… que es
nuestro fin. Salvo para los creyentes a machamartillo –deseosos de reunirse con
el Creador- no tiene sentido, ¿por qué tanta prisa?
Ya desde pequeños queremos
ser “mayores”,qué inconscientes éramos. Los niños para poder fumar e ir al
cine de adultos, las niñas para ponerse las medias y los tacones de mamá.
Después para casarnos –de verdad que era por eso- y tener una familia –que sí,
que era así- y nuestra casa.
Una vez conseguido eso
hubiera sido un buen momento para hacer un primer balance. ¿Tú lo hiciste?, yo
no. Teníamos prisa por vivir.
El principal acicate era
el dinero, vivíamos por y para el dinero como meta de nuestros logros sociales,
lo cual no es que fuera muy edificante pero era práctico por aquello de que si
el dinero no da la felicidad es lo que más ayuda a conseguirla.
Ahora es
simplemente para sobrevivir, qué lástima. Porque a la vez los priva de los
logros que tuvimos muchos en los sesenta-ochenta, ¿qué balance podrían hacer
hoy las personas de treinta años, más, menos?
Muchos hacen un semi balance
cada 31 de diciembre ante el umbral del año nuevo, que se nos antoja distinto,
maravilloso, prometedor…
Qué bonita es la ilusión y
lo que dure, dure.
La pregunta es: ¿si no te
gusta lo que estás haciendo, te planteas a modo de balance, cada día, semanal,
anual o periódicamente ver como cambiarlo? A veces no es necesario tirar la
casa por la ventana, los cambios pueden ser mínimos, pero periódicos y
constantes, recuerda a Lao Tsé: “el camino más largo comienza por un primer
paso”.
Pero aparte de lo
meramente crematístico quisiera hablarte del balance interior, balance viene de
balanza=equilibrio y ahí está el quid de la cuestión. Mirarse al interior no
suele ser muy positivo, tanto más, cuantos más errores acumulemos en nuestra
vida. Pero no hacerlo nos avoca a cometer más. Ya no tenemos la autocensura
innata que nos metían a machamartillo, vivimos en la complacencia.
Vemos como se ha
reinventado la auto ayuda, pero ayudados por mil cursos, charlas, libros,
psicólogos y para casos graves, psiquiatras.
Yo os aconsejaría volver a
los orígenes, a Aristóteles padre por acreción de la Metafísica, que escribió
para sí mismo, no para divulgarlo y hablaba sobre el ser y el porqué del ser.
Después te diría que te dieras una vuelta por otros adláteres de la filosofía y
entraras en la teología, te ibas a sorprender lo tremendamente complicado que
hacemos lo más sencillo.
Qué fácil sería así recuperar el equilibrio interior. Pero
hay que currárselo amigos.
Rafael Jiménez
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