Es uno de mis
deportes-inútiles preferidos: observar a las parejas. Me valen de cualquier
edad pero me centro más en las de ancianos y las de los muy jóvenes. Cuando veo
de jóvenes con niño/s es que me co…. licúo. Bueno y cuando son dos ancianitos
también. ¡Qué envidia!, los hay de cuento, de postal Navideña, irreales. Una de
ellas la vi hace un par de meses entrando en urgencias de un hospital –yo
estaba allí acompañando a un familiar, que al final no fue nada-.
El enfermo
era el abuelo, que no parecía tener más que muuuchos años, primero entró él en
consulta y un minuto después ella, que penosamente tardaba en llegar porque
llevaba sendas muletas, era ella la que parecía necesitar más la urgencia. La
doctora esperándola llegar con toda la paciencia del mundo cruzó una mirada de
complicidad conmigo y ambos hicimos un gesto rematado con una frase apenas
musitada: “qué ricos”. La escena no podía ser más conmovedora. Cuando terminó
la visita y al salir la doctora la dije: Estos, cuando muera uno el otro le
sigue en un mes. Seguro que sí –respondió
ella- ¿y qué bien no? No podía estar más de acuerdo.
Me he acordado de ellos a
reparar hoy en una jovencísima pareja -de vecinos- en avanzado estado de gestación. Deben tener poco más de
veinte años, toda la vida por delante y el futuro en su seno. Y he rememorado
entre ambas parejas mi propia vida, aunque no fuimos padres tan temprano a
pesar de que hubiéramos querido así, no se pudo. Aún me queda para llegar a la
pareja de ancianos y no sé qué nos ocurrirá –del mañana nadie está seguro- pero
me siento satisfecho de cómo hicimos la vida.
Construimos algo, criamos a
nuestros hijos conforme a nuestras creencias, colaboramos al engrandecimiento
de nuestro País, tuvimos todas las dificultades del mundo pero las superamos
porque nos amamos o nos tenemos un enorme cariño que es el sinónimo para cuando
es ya, desde hace mucho tiempo.
Podría decirles muchas
cosas a los que proclaman el individualismo, pero se lo diré poéticamente en
palabras de Machado: “desdeño las romanzas de los tenores huecos”. Porque así
se me antojan esos solitarios que no saben amar y sin embargo proclaman su
soltería como un triunfo.
John Lenon lanzó una
famosa frase en contra de encontrar la media naranja porque no quería tener que
“cargar” con nadie. Hay que respetar a los muertos, pero se pueden enjuiciar
sus dichos. Y le diría que probablemente era un ser superior que no necesitaba
de nadie –aunque sus palabras son una prueba evidente de su falta
de amor en la infancia-. Pero yo, que soy mucho más prosaico, necesito de ese
amor y necesito complementarme porque yo no soy tan perfecto.
Y además no he
tenido nunca la sensación de “cargar” con nadie.
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Rafael Jiménez
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