… parece que SÍ hace al monje. A juzgar por lo que se ve por aquí y antes de aquí. Todos los gurús, santones, médium, intercesores y hasta los pensadores en general han de aparecer con largos cabellos y barbas –en el mundo oriental curiosamente calvos-.
Me pregunto si es que estos personajes mediáticos
–por aquello de
mediar- están tan inmersos en sus/nos problemas existenciales que no tienen
tiempo de asearse o es que es el terno requerido para ser profundo o elevado. ¿El hábito hace al monje?, sin ninguna duda.
Si tú vas al médico y no
te recibe con bata blanca, desconfías de sus habilidades, un policía de paisano
impone menos y un juez sin su toga negra no sería el verdugo que te va a
crucificar. En mis tiempos de iniciado llevaba una buena coleta y mi público
veía por mis ojos y ahora que luzco un corte clásico no me hace caso ni mi
mujer. En otros momentos he llevado hábito de monje y rara vez me vio nadie de
mi entorno así, pero las veces que ocurrió me dijeron que estaba claro que era
lo mío. Pero lo mismo me dijeron en varias fiestas de disfraces, a cada cual
más variopinto y aspectos muy diferentes.
Dependiendo de qué
vestimenta lleves, te imbuye de una especie de autoridad sobre el resto
adocenado o corriente, los uniformes de los soldados de hoy imponen lo suyo
frente al enemigo en zapatillas aunque maten lo mismo, bueno, a veces los
desarrapados más porque normalmente llevan LA RAZÓN, uniforme del alma que
resulta invicto –y si no que se lo digan a los U.S.A. que pierden todas las
guerras aunque tengan más medios que nadie, al igual que los romanos que
acabaron deshaciéndoles en la nada porque también tenían todo excepto la
motivación moral de invadir para nada más que acrecentar un imperio.
Quiero decir con estas
pinceladas históricas que cuando tu móvil es auténtico y tu fin real y noble no
necesitas adornarte con trajes maravillosos, con uniformes impactantes o con
barbas, pelos, aretes en las orejas para ser lo que de verdad seas por más que
al personal le impacte tu porte.
El mejor psicólogo no tiene por qué ser el de
la perilla de chivo –los nuevos- ni la espesa barba –los más bregados- sólo han
de tener una gran presencia de ánimo.
Pero vivimos en una
sociedad de signos externos: Las mujeres reconocen instantáneamente las marcas
mito de moda y se mueren por conseguirlas; los hombres menos pero también los
hay, porque ello marca la diferencia de distinguirse del resto.
Quizás
antiguamente no se hacía porque no existían tantos medios. Las pocas imágenes
de sabios griegos que han sobrevivido nos muestran a personas con sólo una toga
–no había más- pero con un rasgo común, su gesto. Todos tenían aspecto de
inteligentes.
Aunque por dentro seamos
lo que somos en realidad, parece que sí, que para el mundo, el hábito hace al monje.
Rafaél
Jiménez
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