MORIR DE AMOR

¿Morir de amor? Ja ja ja. Qué risa ¿no?, ¿quién se cree eso? Parece ser que eso es un mal de los antiguos, hoy ya superado y suponiendo que eso haya ocurrido de verdad alguna vez. Nuestros tátara abuelos parece que lo sufrieron y lo sabemos por sus escritores románticos de los que incluso uno –Larra- se suicidó. ¿Fue por amor no correspondido, fue por desamor hacia sí mismo? No lo sé exactamente pero en cualquier caso fue por el amor como telón de fondo.Visto así y ya que parece tan letal la verdad es que hemos hecho bien en arrinconar al amor ese, por malo ¡ala!

Pero los tiempos cambian y en todas direcciones, también en el saber. Ahora sabemos que hay una cosa que se llama enfermedades psico-somáticas y que tiene mucho que ver con lo que estamos hablando. Sólo queda un empujón final para determinar claramente el que las enfermedades no infecciosas nos las provocamos nosotros mismos –nuestro cerebro- en momentos de baja anímica o moral. Y las infecciosas indirectamente también porque nuestra baja autoestima nos produce una baja paralela en las defensas que nos defienden de esos ataques exteriores.

Está constatado que después de un desamor nos sobrevienen todo tipo de males –mayores o menores- dependiendo seguramente de la importancia del roto sentimental.

Pero en los tiempos oscuros en los que nos hallamos parece ser que los únicos males de desamor sólo se producen por auto desamor, no por el concurso de terceras personas. Nuestro ego, que ya no se sacia con nada nos hace enfermar por no conseguir nuestros deseos de manera inmediata. Nuestro desamor llega a no querernos ni a nosotros mismos.¿Qué haremos entonces, amar o no amar? No es asunto baladí porque ambas posturas pueden resultar fatales. Lo mismo puedes morir de desamor que “locamente enamorado” y también de un atracón o de desnutrición.

Así las cosas yo me atendré al refrán: “más vale morir harto que no farto” y que le den a la psico-somática esa.
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Rafaél Jiménez