Hola chicas-os, buenos días a todos. Hoy había empezado el día un poco mal, yendo a hacerme un análisis porque estoy un poco pachucho y en esas lides no apetece escribir, aun estando espoleado por mi auto nombrado editor, que es muy bueno, porque es muy constante. Yo me voy a tener que acostumbrar a eso de la constancia ya que siempre he escrito a golpe de inspiración y aunque sepa la máxima que escribir es un diez por ciento de inspiración y un noventa por ciento de trabajo, me lo aplico mal.
Decía que no tenía ganas de escribir pero he tenido mi golpe de inspiración. Esta mañana cuando iba a por el pan –soy un varón domado- me he cruzado con unos ojos impresionantes, que sin llegar a sonreírme me han mirado complacientemente. Y esos ojos me han recordado a mi María, amor de otros tiempos, corto pero intensísimo.
Lo bueno de los buenos recuerdos –los malos bórralos- es que te retrotraen a aquella circunstancia, su tiempo y su por qué. Los buenos recuerdos lo son porque fueron gratas vivencias a las que además el tiempo magnifica y nos hace decir lo de “que cualquier tiempo pasado fue mejor”. En realidad no, pero es bonito que lo creamos así porque nos sirve de bálsamo para suavizar vivencias actuales menos gratas. Mi recuerdo hoy para ti, María y volverte a agradecer aquél año de comunión de almas y de cuerpos en que yo estaba convaleciente –siempre estoy pachucho, joer- .
En mi argot particular la llamo "la cuña" porque hizo en la práctica de separación entre mis dos tramos de vida más importantes y tuvo esa relevancia. ¿Qué será de ti?, ni siquiera sé si te acuerdas de mí alguna vez, ni siquiera sé si fue para ti tan importante como para mí. En cualquier caso te deseo lo mejor.
Rafael Jiménez
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