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miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL HÁBITO...

EL HÁBITO

… parece que SÍ hace al monje. A juzgar por lo que se ve por aquí y antes de aquí. Todos los gurús, santones, médium, intercesores y hasta los pensadores en general han de aparecer con largos cabellos y barbas –en el mundo oriental curiosamente calvos-. 
Me  pregunto si  es que estos personajes mediáticos 
–por aquello de mediar- están tan inmersos en sus/nos problemas existenciales que no tienen tiempo de asearse o es que es el terno requerido para ser profundo o elevado. ¿El hábito hace al monje?, sin ninguna duda.

Si tú vas al médico y no te recibe con bata blanca, desconfías de sus habilidades, un policía de paisano impone menos y un juez sin su toga negra no sería el verdugo que te va a crucificar. En mis tiempos de iniciado llevaba una buena coleta y mi público veía por mis ojos y ahora que luzco un corte clásico no me hace caso ni mi mujer. En otros momentos he llevado hábito de monje y rara vez me vio nadie de mi entorno así, pero las veces que ocurrió me dijeron que estaba claro que era lo mío. Pero lo mismo me dijeron en varias fiestas de disfraces, a cada cual más variopinto y aspectos muy diferentes.

Dependiendo de qué vestimenta lleves, te imbuye de una especie de autoridad sobre el resto adocenado o corriente, los uniformes de los soldados de hoy imponen lo suyo frente al enemigo en zapatillas aunque maten lo mismo, bueno, a veces los desarrapados más porque normalmente llevan LA RAZÓN, uniforme del alma que resulta invicto –y si no que se lo digan a los U.S.A. que pierden todas las guerras aunque tengan más medios que nadie, al igual que los romanos que acabaron deshaciéndoles en la nada porque también tenían todo excepto la motivación moral de invadir para nada más que acrecentar un imperio.

Quiero decir con estas pinceladas históricas que cuando tu móvil es auténtico y tu fin real y noble no necesitas adornarte con trajes maravillosos, con uniformes impactantes o con barbas, pelos, aretes en las orejas para ser lo que de verdad seas por más que al personal le impacte tu porte. 
El mejor psicólogo no tiene por qué ser el de la perilla de chivo –los nuevos- ni la espesa barba –los más bregados- sólo han de tener una gran presencia de ánimo.
Pero vivimos en una sociedad de signos externos: Las mujeres reconocen instantáneamente las marcas mito de moda y se mueren por conseguirlas; los hombres menos pero también los hay, porque ello marca la diferencia de distinguirse del resto. 

Quizás antiguamente no se hacía porque no existían tantos medios. Las pocas imágenes de sabios griegos que han sobrevivido nos muestran a personas con sólo una toga –no había más- pero con un rasgo común, su gesto. Todos tenían aspecto de inteligentes.

Aunque por dentro seamos lo que somos en realidad, parece que sí, que para el mundo, el hábito hace al monje.
Rafaél Jiménez

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